1 mar 2011

José Inácio Vieira de Melo (Brasil)

A CASA DOS MEUS QUARENTA ANOS




Assim é a casa dos meus quarenta anos,
assombrada e sóbria como um bacurau.

Em seus largos cômodos,
habitam uma enorme solidão
e muitas vontades de vida.

É noite e estou em meu quarto
urdindo meus infinitos à eternidade.
Eu – apenas eu – eu.

Lá fora, uma sinfonia de questionamentos:
grilos, sapos, rãs na sua intermitente litania
enlouquecem meus fantasmas.

A minha casa, às três horas da madrugada,
tem os olhos bem abertos – esbugalhados sertões –
e os seus fantasmas, somatórios do eu,
vão se arrumando do jeito que podem.

Um, no quarto ao lado,
implora para que desatem o nó da forca.
Não suporta mais as folhas da algarobeira
chorando o seu destino.

No quarto do outro lado,
outro choraminga suas dores, suas pernas quebradas,
o sangue escorrendo para o nada
(esse espectro dói demais e a sua grande
novidade é saber que vai morrer).

No quarto derradeiro,
os morcegos dormem sossegadamente
e seu mundo não é de cabeça para baixo.
No quarto derradeiro da casa dos meus quarenta anos,
os morcegos adubam o terreno e aguardam a chegada
de mais um dia, de mais um ano.

E assim, no bater das asas do galo pedrês,
o choro do recém-nascido.

E de dia a casa dos meus quarenta anos
é cheia de janelas azuis abertas para o azul.
E uma multidão de ventos vem assobiar dentro dela,
vem renovar os ares, sacudir os quadros nas paredes,
jogar meus retratos pelo chão.
Ventos dadaístas
a remexer nos meus poemas, mudar seus versos,
rearrumar suas estrofes.

E o dia vai crescendo com uma claridade medonha,
e as telhas da minha casa abrem os olhos
e olham para o alto e se benzem e dizem amém
(cada telha da casa dos meus quarenta anos
é um olho aceso espiando dentro de suas cores).

E há momentos em que tudo que é bicho se cala
e a casa mais parece um cemitério.

A casa dos meus quarenta anos é caiada de branco
e tem janelas azuis abertas para o azul.

A casa dos meus quarenta anos – cemitério de ilusões.


(De: ROSEIRAL - 2010)



LA CASA DE MIS CUARENTA AÑOS



Así es la casa de mis cuarenta años,
umbría y sobria como un ave nocturna.

En sus largas habitaciones,
habita una enorme soledad
y muchas ganas de vida.

Es de noche y estoy en mi cuarto
urdiendo mis infinitos a la eternidad.
Yo – apenas yo – yo.

Allá afuera, una sinfonía de cuestionamientos:
grillos, sapos, ranas en su intermitente letanía
enloquecen mis fantasmas.

Mi casa, a las tres de la madrugada,
tiene los ojos bien abiertos – páramos abiertos de par en par –
y sus fantasmas, sumatorios de mi,
se van ordenando del modo que pueden.

Uno, en el cuarto del lado,
implora para que desaten el nudo de la fuerza.
No soporta más las hojas del algarrobo
llorando se destino.

En el cuarto del otro lado,
otro gimotea contando sus dolores, sus piernas quebradas,
la sangre escurriendo hacia la nada
(ese espectro duele demasiado y su gran
novedad es saber que va a morir).

En el último cuarto,
los murciélagos duermen sosegadamente
y su mundo no es cabeza abajo.
En el último cuarto de la casa de mis cuarenta años,
los murciélagos abonan el terreno y aguardan la llegada
de otro día, de otro año.

Es así, en el batir de las alas del gallo pinto,
el llanto de un recién nacido.

Y de día la casa de mis cuarenta años
está llena de ventanas azules abiertas hacia el azul.
Y una multitud de vientos vienen a silbar dentro de ella,
vienen a renovar los aires, sacudir los cuadros en las paredes,
tirar mis retratos por el suelo.
Vientos dadaístas
a revolver mis poemas, cambiar sus versos,
reordenar sus estrofas.

Y el día va creciendo con una claridad horrenda,
y las tejas de mi casa abren los ojos
y miran a lo alto y se bendicen y dicen amén
(cada teja de la casa de mis cuarenta años
es un ojo encendido espiando dentro de sus colores).

Y hay momentos en que todo animal se calla
y la casa más parece un cementerio.

La casa de mis cuarenta años está callada de blanco
y tiene ventanas azules abiertas al azul.

La casa de mis cuarenta años – cementerio de ilusiones.


Traducción: Alberto Acosta

1 comentario:

  1. Muy buena traducción y muy bello poema de uno de los más buenos poetas brasileños de la actualidad.

    ¡Hasta luego!

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