3 jun 2010

Celia Clara Fischer (Argentina)

Poemas para Claudio

I


Me demoro en tus poemas como en un río muy ancho
que a las penas disueltas las va meciendo,
ensimismado de orilla a orilla y sin regreso,
a la sombra de altos árboles descalzos
que lo amansan desde su barro misterioso.

Algo del viento viene y cae, levísimo,
acaso un sollozo del hombre que avanza,
la mirada puesta en años por cumplirse,
arrojando al umbroso páramo su silencio
como quien de todos sus muertos se deshace
para no verlos pasar más en medio de los sueños.

Hay un gesto del aire movido por esas certezas
que imponen los milagros,
un algo de los astros en la noche
elegida por agua de vertiente
para bautizar la palabra que te crece, callando.



II


Las mareas vienen murmurando
caricias de ahogado
sueltas en sus dedos de greda
y en sus pupilas inciertas descubro
que me está mirando la cordillera.
El viento quiere caerse en mi frente
junto a un rayo de luz que culmina su viaje
de otros mundos,
demorando su cansancio
en esta boca que está por nombrarte.

La noche habla ya como un cuerpo
encelado,
amante ciega entre dos orillas,
especie de misterioso arcano
que anda buscando en mí
lo que es de ella.
Bello torrente de secretos,
como una jadeante guitarra astillada
después del canto,
en ceremonia de partida.

Llevo el silencio de tu voz
y tus poemas,
el vino de la última tarde
y nuestra lejanía
cruzando el río.


III


Sucede el giro indolente del día
disuelto en otoño azul,
iluminado.
Sucede como ese dejarse estar de los árboles
intentando susurros con la hierba
que de tan pequeñita que es, no tiene nombre
pero crece.
También sucede este violín buscando su voz,
ese más allá,
por la noche laboriosa de grillos y de estrellas.
Pero hay algo que viene sucediendo
y
permanece,
como un remedio salvador de la sequía,
tus poemas
que fluyen con certeza como el agua,
diciendo todas las formas de tu abismo,
huesos del pasado hecho cenizas en la boca.
Ellos vienen de turbios mares con silbidos
de vaya a saber qué perversos fantasmas
tributarios del encono de la fiebre.
Vienen uniendo lo desmembrado del exilio.
Traen tus ropas mojadas
después de haberla cabalgado como en celo,
sin descanso,
a la muerte.


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Poemas para Claudio


I

Demoro-me em teus poemas como num rio largo
que as penas dissolvidas vai mexendo,
ensimesmado entre as margens e sem regresso,
à sombra de altas árvores descalças
que de seu barro misterioso o acalmam.

Algo do vento vem e cai, levíssimo,
talvez um soluço do homem que avança,
o olhar posto em anos por cumprir,
arrojando ao umbroso páramo seu silêncio
como quem se desfaz de todos os seus mortos
para não mais os ver passar em meio aos sonhos.

Há um gesto do ar movido por essas certezas
que impõem os milagres,
alguma coisa dos astros na noite
eleita por água de vertente
para batizar a palavra que te cresce, calando.


II

As marés vêm murmurando
carícias de afogado
soltas em seus dedos de greda
e em suas pupilas incertas descubro
que está me fitando a cordilheira.
O vento quer cair em minha fronte
junto a um raio de luz que culmina sua viagem
de outros mundos,
demorando seu cansaço
nesta boca que está por te nomear.

A noite fala já como um corpo
enceladus,
amante cega entre duas margens,
espécie de misterioso arcano
que anda buscando em mim
o que é dela.
Bela torrente de segredos,
como ofegante guitarra estilhaçada
depois do canto,
em cerimônia de partida.

Levo o silêncio de tua voz
e teus poemas,
o vinho da última tarde
e nossa distância
cruzando o rio.


III

Sucede o giro indolente do dia
diossolvido em outono azul,
iluminado.
Sucede como esse deixar-se estar das árvores
pretendendo sussurros com a erva
que, de tão pequenina que é, não tem nome,
porém cresce.
Também sucede este violino buscando sua voz,
esse mais além,
pela noite laboriosa de grilos e de estrelas.
Mas há algo que vem sucedendo
e
permanece,
como um remédio salvador da seca,
teus poemas
que fluem com certeza como a água,
dizendo todas as formas de teu abismo,
ossos do passado feito cinzas na boca.
Eles vêm de turvos mares com assovios
de não se sabe que perversos fantasmas
tributários do rancor da febre.
Vêm unindo o desmembrado do exílio.
Trazem tuas roupas molhadas
depois de haver cavalgado como em cio,
sem descanso,
a morte.


Traducción: Anderson Braga Horta

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