Los Desaparecidos (Fragmento)
I
De repente, por esos días, comenzaron
a desaparecer personas, extrañamente.
Se desaparecía. Se desaparecía mucho
por esos días.
Uno iba a tomar una flor ofrecida
y se desvanecía.
Se eclipsaba la gente entre un domicilio y otro
o en el taxi que se iba.
Culpable o no, se esfumaba
al regresar de la oficina o de la orgía.
Entre un trago de cognac
y un gesto con la mano, el bebedor desaparecía.
Se evaporaba el padre
al encontrarse con la hija a la que no veía.
Madres agarrando sus hijos y sus compras,
gestantes con tricots y grupos de estudiantes
desaparecían.
Desaparecían amantes en pleno beso
y médicos en medio de una cirugía.
Algunos mecánicos se diluían
-apenas conectaban el torno del día.
Se desaparecía. Se desaparecía mucho
por esos días.
Se desaparecía, a ojos vistas,
y no era miopía. Se desaparecía
incluso a primera vista. Bastaba
que alguien viese un desaparecido
y el desaparecido desaparecía.
Desaparecía el más conspicuo
y el más oscuro se diluía.
Incluso diputados y presidentes se desvanecían.
Sacerdotes, igualmente, levitando
iban, enrarecidos*, a constatar en el más allá
cómo los pecadores partían.
Se desaparecía. Se desaparecía mucho
por esos días.
Los actores en el palco
entre un gesto y otro, y los de la platea
mientras reían.
No, no era fácil
ser poeta en esos días
Porque los poetas, sobre todo,
- desaparecían.
*Neologismo intraducible (aerefeitos) que juega con rarefeitos
(enrarecidos)
y aéreo.
(Traducción de Washington Benavides)
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